Las recientes protestas de agricultores han tomado por sorpresa a la Comisión Europea, que ha reaccionado a la defensiva, prometiendo mejoras en burocracia y reduciendo algunas exigencias medioambientales. Sin embargo, esta respuesta plantea cuestionamientos sobre la eficacia de la pedagogía de la sostenibilidad, ya que las medidas necesarias se implementaron de manera errónea en términos de medios, ritmo e intensidad.
Desafíos para los agricultores: Sostenibilidad vs. Competencia Desleal
El sector agrario experimenta cambios significativos en condiciones laborales, con nuevas exigencias para garantizar la sostenibilidad. A pesar de ser necesarias, estas medidas comprometen la productividad y los resultados económicos, generando un sentimiento de competencia desleal al no aplicarse a sus competidores extranjeros. Desde la ciudad, la agricultura es criticada como contaminante, sin reconocer sus esfuerzos hacia la sostenibilidad. La presión del populismo verde y la respuesta tardía y discriminatoria ante una sequía en la cuenca mediterránea agravan la situación, llevando a la protesta como única salida para agricultores. La implementación de un sistema de ayudas condicionadas a la sostenibilidad resulta problemática debido a la falta de cobertura telemática en áreas rurales y la complejidad de las aplicaciones digitales, generando costos adicionales que amenazan la viabilidad económica de los agricultores.
En este contexto, las respuestas mixtas desde la ciudad, que van desde la comprensión hasta el rechazo, demuestran la necesidad de una revisión crítica del sistema implementado. La advertencia de Nicolas Stern sobre el cambio climático como un problema de costos resalta la importancia de considerar la viabilidad económica de los agricultores al introducir nuevas normas. Además, es crucial superar argumentos equivocados que subestiman la relevancia económica de la agricultura y reconocerla como un interés fundamental para la nación al nivel de la defensa o de la seguridad nacional, como lo destaca el primer ministro francés Gabriel Attal.
Falta de comprensión y respuestas equivocadas desde la ciudad
La falta de comprensión sobre la complejidad de la producción de alimentos ha llevado a diseñar políticas poco previsoras y respuestas ciudadanas equivocadas, a menudo expresadas en los medios de comunicación. Existe un injusto menosprecio social hacia los agricultores desde algunos sectores urbanos, exacerbado por la búsqueda de un falso culpable, la agricultura, para desviar la atención de la verdadera causa de los problemas medioambientales: la combustión de combustibles fósiles.
Ayudas agrarias: una herramienta estabilizadora desacreditada
Las ayudas agrarias, originalmente concebidas para cumplir objetivos como aumentar la productividad y asegurar un nivel de vida adecuado para la población agraria, han sido desacreditadas y malentendidas. Aunque históricamente han garantizado estabilidad en el abastecimiento alimentario a unos precios razonables para los consumidores, la reciente reforma de la Política Agrícola Común (PAC) ha descuidado su función estabilizadora al reducir y condicionar estas ayudas. Se propone un enfoque alternativo, manteniendo las ayudas directas para estabilizar la economía y aportar fondos adicionales vinculados a los costes derivados de las nuevas exigencias medioambientales. Esta corrección evitaría pérdidas económicas y sufrimientos para los agricultores, permitiéndoles competir internacionalmente y contribuir a la transición verde sin cargarlos injustamente con los costos de la misma.
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