La agricultura ni es buena ni es mala

La pregunta «¿Agricultura de la buena o de la mala?» fue considerada desde una perspectiva ideológica. Esta etiqueta se refiere a los esfuerzos de cumplir rigurosas normativas de la Unión Europea, trabajando arduamente para producir alimentos sostenibles y de calidad, a precios razonables y que cubran los costos para garantizar la viabilidad de las explotaciones agrarias.

Sin embargo, el enfoque aquí no se centra en utopías urbanas que exigen sistemas tecnológicamente obsoletos, ni en una idealización de la agricultura de pequeña escala. En vez de eso, se explora la agricultura «buena», aquella que enfrenta los desafíos y complejidades de producir alimentos de manera sostenible a escala global, buscando precios accesibles y remuneración justa para los agricultores.

Hallar el equilibrio óptimo entre sostenibilidad, suficiencia, precio y viabilidad no es tarea sencilla. Sin embargo, las soluciones mágicas impulsadas por la ideología a menudo aparecen, menospreciando la realidad y responsabilidad que conlleva transformarla. Estas soluciones a menudo captan la atención mediática, agregando confusión a los agricultores.

La realidad de la agricultura

Más allá de las ideologías, la agricultura real se despliega. Un modelo útil para entenderla distingue dos tipos: agricultura potencialmente competitiva y agricultura en dificultad o desarrollo rural, ambas necesarias.

La agricultura potencialmente competitiva abarca empresas que, en el mercado global, son viables si se gestionan adecuadamente. Esta agricultura se encuentra en áreas de regadío, secano húmedo y secano con cultivos extensivos. Su objetivo es responder a la demanda global y local, orientándose a costos y calidad.

La agricultura en dificultad opera en entornos desafiantes, como secanos áridos, montañas y áreas periurbanas. Su propósito va más allá de producir alimentos, manteniendo el territorio y suministrando servicios públicos vitales. Su estrategia involucra la diferenciación, el valor añadido y los mercados locales.

Ambos tipos de agricultura son complementarios, enfrentando dificultades y ofreciendo soluciones diversas. En última instancia, su sostenibilidad depende de las técnicas que utilicen y de su capacidad para equilibrar los desafíos presentes en su entorno y en la demanda del mercado.

One Comment

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *