Un cambio obligado para mantener la rentabilidad
Hace años que las vendimias arrancan más temprano, distante de las campañas que solían ver en La Mancha la recolección de uvas tintas tempranillo, o cencibel, como se las conocen. Tras una modernización considerable en la industria, las viñas ahora albergan una amplia gama de variedades, algunas de las cuales se cosechan a mediados o incluso principios de agosto.
En este siglo, Castilla-La Mancha ha visto la reestructuración de unas 220,000 hectáreas, alrededor de la mitad de su potencial vitícola. Cada año, España destina más de 60 millones de euros para financiar estas acciones, cruciales para mantener la competitividad y rentabilidad.
La superficie de viñedos y su producción
En España, cerca de 900,000 hectáreas de viñedos producen unos 45 millones de hectolitros de vino y mosto anualmente, con más de la mitad proveniente de cepas de Castilla-La Mancha. A pesar de que Italia y Francia mantienen cifras más altas, los tres países juegan un papel crucial en el mercado global de vino y mosto.
Para esta vendimia, las previsiones de cosecha vuelven a ser bajas, como en los últimos dos años, con estimaciones entre 35 y 37 millones de hectolitros, unos 8 millones menos que las cosechas normales. En Castilla-La Mancha, se espera una cosecha cercana a los 19 millones de hectolitros, muy por debajo de lo habitual.
El camino que tiene trazado el sector vitícola en España
A pesar de las dificultades en los mercados debido a la pandemia, la guerra de Ucrania, la escasez de materias primas, el aumento de los combustibles y la sequía, la región ha evitado recurrir a la destilación de crisis, en contraste con Francia.
Mantener el rumbo es vital, con un enfoque en la calidad, la limitación del rendimiento por hectárea, la limitación del grado y el impulso a variedades autóctonas. El camino trazado en el Plan Estratégico del Vino de 2018 y la Ley de la Viña y el Vino de 2022 deben seguirse, apuntando hacia una mayor rentabilidad para todos en la cadena vitivinícola.
